Giro dramático en torno al principal magnicidio de este siglo en las Américas. El juez que investiga el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse ha acusado a su viuda, Martine Moïse, de complicidad y asociación criminal en el caso que sigue para esclarecer lo sucedido en julio de 2021, cuando un comando de mercenarios colombianos asaltó la residencia del presidente, le torturó y le disparó 12 balazos.
Martine resultó gravemente herida durante el ataque, incluso ella misma desveló cómo los asesinos la dieron por muerta al estar cubierta de sangre. «Sus declaraciones están tan plagadas de contradicciones que la desacreditan y dejan mucho que desear», expuso el juez Walther Voltaire. Ya a finales del año pasado otro juez había ordenado el arresto de la viuda.
Nada más suceder el magnicidio, Martine encontró cura y refugio en Estados Unidos. Desde entonces se ha mantenido en perfil bajo, siempre protegida ante las amenazas que se cernían sobre ella. Tan macabra acusación vuelve a situarla en el epicentro del desorden nacional.
«(Cuando se reclama justicia) el corazón de todos los asesinos salta, especialmente de los que están en el poder», se defendió Martine en sus primeras declaraciones.
Junto a la viuda del presidente han sido acusados dos de sus hombres de confianza, en especial Claude Joseph, primer ministro en aquel momento y principal enemigo político del actual primer mandatario, Ariel Henry, que se niega de forma tajante a convocar elecciones, pese a que el país ya no cuenta con ningún gobernante de elección directa.
Joseph se enfrenta a los mismos cargos que la viuda de su antiguo jefe político. Entre el medio centenar de acusados también destaca Leon Charles, el antiguo jefe de Policía, embajador hoy ante la Organización de Estados Americanos (OEA). A este último se le incrimina directamente por asesinato y conspiración.
El ex primer ministro, que ha agitado las protestas antioficialistas en los últimos meses, disputó en 2021 el poder a Henry al frente del sector más cercano a Jovenel Moïse. Henry, ministro de Interior entonces, partía con ventaja ante la comunidad internacional porque el mandatario asesinado le había elegido como primer ministro horas antes de su asesinato.
«Henry está tratando de convertir el sistema de justicia en un instrumento de represión, revirtiendo la acusación y aplicándola a aquellos que estaban cerca de Jovenel», se defendió Claude Joseph.
«Sin entrar en un debate sobre la idoneidad del juez y la certeza de sus acusaciones, el asunto es que la fragilidad institucional es tan severa que aunque sean ciertas las versiones planteadas, Haití no está en capacidad de conducir un proceso confiable. Esta circunstancia va a presionar por una mayor intervención regional, en un momento de intensa crisis migratoria de la que haitianos son parte importante», cuestionó para EL MUNDO María Puerta Riera, profesora de gobierno americano en Florida.
En el otro proceso que se lleva a cabo en EEUU, ya hay varios condenados a cadena perpetua, no incluidos en el juicio paralelo de Haití. El principal encausado es el pastor evangélico haitiano-estadounidense Christian Emmanuel Sanon, considerado el autor intelectual del magnicidio y del golpe de Estado que seguía al crimen. Llevado por sus aspiraciones políticas, puso en marcha la conspiración con la contratación de los colombianos. El antiguo asesor Joseph Félix Badio colaboró estrechamente con Sanon, según la sentencia.
El senador opositor John Joel Joseph, también condenado de por vida, fue extraditado desde Haití para ser juzgado en Florida. Se le acusa de apoyar materialmente a los conspiradores en un plan «que se salió de control».
Los otros condenados son el jefe de los mercenarios colombianos, el militar retirado Germán Alejandro Rivera, y el empresario haitiano-chileno Rodolphe Jara. La misma suerte ha corrido el ex informante de la DEA (Agencia Antidrogas de EEUU) Joseph Vincent, quien simuló ser funcionario de Washington para conseguir apoyos para el complot.
El magnicidio de Moïse aumentó la anarquía en los barrios del país caribeño, tomados a la fuerza por las salvajes bandas de gangsters locales, que sólo el lunes se cobraron diez vidas en el asalto a un microbús de la pandilla de los «400 Mwozo».
Las guerras entre bandas han disparado la crisis humanitaria, que suma una catástrofe tras otra: tras el gran terremoto de 2010, que se llevó por delante 300.000 vidas y buena parte de la capital, llegaron más hambre, pobreza extrema, el cólera, la crisis financiera y la sequía. El terremoto perfecto.
La gloriosa independencia de Haití, la segunda del continente para poner en marcha la primera república negra, fue sólo un espejismo: a Dessalines le dio por convertirse en emperador para imitar a Napoleón. Con las décadas llegaron otros aún peores, como la saga de los Duvalier, Papa Doc y Baby Doc.
La maldición ha perseguido al país caribeño desde entonces hasta convertirlo en el estado fallido que es hoy, «una de las emergencias más complejas a las que se enfrenta el Hemisferio Occidental», como resume International Crisis Group.